Tratamiento adicción a Éxtasis y Metanfetamina
Centro de Tratamiento y Desintoxicación de la Adicción a Éxtasis y Metanfetamina en Barcelona
La MDMA -también llamado éxtasis– es una droga sintética (de síntesis) y psicoactiva, químicamente similar al estimulante metanfetamina y al alucinógeno mezcalina. Causa un efecto vigorizante, euforia, calidez emocional y distorsión de la percepción, del tiempo y de las experiencias táctiles.
Adicción al MDMA o Éxtasis
La MDMA se toma por vía oral, generalmente en forma de cápsula o pastilla. Inicialmente era popular entre los adolescentes y jóvenes caucásicos que acudían a los clubes nocturnos o a fiestas de baile que duraban todo el fin de semana conocidas como fiestas «rave». Recientemente, el perfil del usuario típico de la MDMA ha cambiado y ahora un espectro más amplio de grupos étnicos consume la droga. La MDMA también es popular entre los hombres homosexuales que viven en áreas urbanas. Algunos informan que usan la MDMA como parte de sus experiencias con diversas drogas, entre ellas, la marihuana, cocaína, metanfetamina, ketamina, sildenafil (Viagra) y otras sustancias lícitas e ilícitas Los pacientes, los profesionales de la salud y los farmacéuticos desempeñan todos un papel importante en la prevención del uso indebido y la adicción a los medicamentos de prescripción. Por ejemplo, el paciente debe seguir cuidadosamente las instrucciones de uso del medicamento, aprender qué efectos puede tener e informar a su médico o farmacéutico si está tomando otros medicamentos, incluyendo aquellos sin necesidad de prescripción o suplementos para la salud, ya que éstos podrían interactuar con la medicación prescrita. El paciente debe leer toda la información proporcionada por el farmacéutico. Los médicos y otros proveedores de cuidados de la salud deben investigar, durante los exámenes de rutina, si el paciente tiene, en el tiempo presente o alguna vez en el pasado, un historial de abuso de sustancias, haciendo preguntas sobre qué medicamentos toma el paciente y la razón por la que los está tomando. Los profesionales de la salud deben notar cualquier aumento rápido en la cantidad del medicamento que el paciente necesita o si hay pedidos frecuentes para renovar la prescripción del medicamento antes del tiempo establecido, pues éstos podrían ser indicadores de abuso. Asimismo, algunos medicamentos de venta sin prescripción médica que contienen dextrometorfano, como los jarabes para la tos y el resfrío, tienen efectos favorables cuando se toman según las indicaciones, pero cuando se usan indebidamente, pueden llevar a consecuencias perjudiciales graves para la salud. Los padres deben estar conscientes del potencial para el abuso que tienen estos medicamentos, especialmente cuando se consumen en grandes cantidades, lo que debe ser una señal de alerta y de que posiblemente tengan que intervenir.
La MDMA ejerce sus efectos primarios en aquellas neuronas del cerebro que usan el neurotransmisor químico llamado serotonina, para comunicarse con otras neuronas. El sistema de la serotonina juega un papel importante en la regulación del estado de ánimo, la agresión, la actividad sexual, el sueño y la sensibilidad al dolor. La MDMA se une y bloquea al transportador de serotonina, que es el responsable de remover la serotonina de la sinapsis (el espacio que queda entre una neurona y otra) para extinguir la señal entre las neuronas. Es así que la MDMA aumenta y prolonga la señal de la serotonina. La MDMA también entra a las neuronas serotonérgicas a través del transportador (porque la MDMA tiene una estructura química similar a la serotonina). Allí causa una liberación excesiva de serotonina de las neuronas. La MDMA tiene efectos similares sobre otro neurotransmisor, la norepinefrina, por lo que puede aumentar la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Además, la MDMA también libera dopamina, pero en mucho menor medida.
La MDMA puede producir confusión, depresión, problemas para dormir, deseo vehemente por consumir la droga y ansiedad intensa. Estos problemas se pueden presentar poco tiempo después de consumir la droga o, en ocasiones, hasta días o semanas después. Además, el rendimiento de los usuarios crónicos de la MDMA en ciertos tipos de pruebas cognitivas o de memoria es peor que el de los que no usan MDMA; aunque algunos de estos efectos pueden deberse al uso de otras drogas en combinación con la MDMA. Las investigaciones en animales indican que la MDMA puede ser nociva para el cerebro. En un estudio en primates no humanos se demostró que la exposición a la MDMA durante apenas 4 días ocasionó daño en las terminales nerviosas de la serotonina, que era aún evidente de 6 a 7 años después. Si bien no se ha demostrado de forma definitiva una neurotoxicidad similar en los seres humanos, la gran cantidad de las investigaciones en animales demuestran las propiedades nocivas de la MDMA y sugieren de forma contundente que la MDMA no es una droga inofensiva para consumo humano.
En algunas personas, la MDMA puede ser adictiva. En una encuesta a adultos jóvenes y adolescentes usuarios de la MDMA, se encontró que el 43 por ciento de los que reportaron haber consumido éxtasis cumplían con los criterios diagnósticos aceptados para ser considerados dependientes de la droga. Esto queda evidente por su uso continuado de la droga, a pesar de conocer el daño físico o psicológico, al igual que los efectos de abstinencia, y la tolerancia (o disminución de la respuesta) que puede causar. Estos resultados concuerdan con estudios similares realizados en otros países que también sugieren una alta incidencia de dependencia de la MDMA entre los usuarios. Los síntomas asociados con el síndrome de abstinencia de la MDMA incluyen fatiga, pérdida del apetito, depresión y problemas de concentración.
La MDMA también puede resultar peligrosa para la salud en general y, en raras ocasiones, su uso podría ser fatal. Muchos de los efectos físicos de la MDMA son iguales a los de otros estimulantes como la cocaína y las anfetaminas. Estos incluyen el aumento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, lo cual tiene un mayor riesgo en personas que tienen problemas circulatorios o enfermedades del corazón, y otros síntomas como tensión muscular, contractura involuntaria de la mandíbula, náuseas, visión borrosa, mareos y escalofríos o sudoración. En dosis altas, la MDMA puede alterar la capacidad del organismo de regular la temperatura. En ocasiones raras pero impredecibles, puede producir un aumento agudo de la temperatura corporal (hipertermia), que puede causar insuficiencia del hígado, de los riñones o del sistema cardiovascular, o incluso la muerte. La MDMA puede interferir con su propio metabolismo (es decir, su degradación dentro del organismo); por lo tanto, la administración repetida de la MDMA puede hacer que se alcancen niveles potencialmente peligrosos de la droga en poco tiempo.
En ocasiones, también se venden como si fueran éxtasis otras drogas que tienen una estructura química parecida a la MDMA, como la MDA (metilendioxianfetamina, el compuesto primario de la MDMA) y la PMA (parametoxianfetamina, implicada en varios casos fatales. Estas drogas pueden ser neurotóxicas y crear riesgos adicionales para la salud del usuario. Además, las tabletas de éxtasis se pueden adulterar con otras sustancias como efedrina (un estimulante), dextrometorfano (DXM, un remedio contra la tos), ketamina (un anestésico de uso principalmente veterinario), cafeína, cocaína y metanfetamina. A pesar de que la combinación de la MDMA con una o más de estas drogas puede ocasionar peligros adicionales, hay usuarios de la MDMA que también consumen sustancias adicionales como la marihuana y el alcohol, exponiéndose así a un riesgo aún mayor de sufrir efectos adversos a la salud.
No existen tratamientos específicos para el abuso y la adicción a la MDMA. Los tratamientos más eficaces para las toxicomanías en general son las intervenciones cognitivo-conductuales diseñadas para modificar el pensamiento, las expectativas y los comportamientos del paciente relacionados con su consumo de drogas así como para aumentar su capacidad de enfrentarse a los factores estresantes de la vida. La participación en grupos de apoyo para personas que abusan de las drogas, en combinación con las intervenciones conductuales, puede ser eficaz para respaldar una recuperación a largo plazo sin recaídas. En la actualidad no existen tratamientos farmacológicos para la adicción a la MDMA.
La metanfetamina es una droga estimulante que afecta el sistema nervioso central y es similar en estructura a la anfetamina. Debido al alto potencial que tiene para el abuso, el modafinil está clasificada como un fármaco de la Lista II de acuerdo a la Ley sobre Sustancias Controladas, y se puede obtener sólo por medio de prescripción médica no renovable. Aunque los médicos pueden recetar la metanfetamina, sus usos médicos son limitados y las dosis que se recetan son mucho más bajas que las que normalmente se consumen cuando se abusa. La mayoría de la metanfetamina que se abusa viene de súper laboratorios extranjeros y nacionales, aunque también se puede producir en pequeños laboratorios clandestinos, donde se ponen en peligro a las personas que la elaboran, a los vecinos y al medio ambiente.
La metanfetamina es un polvo blanco, cristalino, inodoro y amargo que se disuelve fácilmente en agua o alcohol y que se puede fumar, inhalar, inyectar o tomar de forma oral.
La metanfetamina aumenta la liberación y bloquea la reabsorción del neurotransmisor dopamina, produciendo concentraciones muy altas de esta sustancia química en el cerebro. Esto constituye un mecanismo de acción común de la mayoría de las drogas de abuso, ya que la dopamina juega un papel importante en la gratificación, la motivación, la sensación de placer y la función motora. La habilidad de la metanfetamina de liberar rápidamente la dopamina en las regiones de gratificación del cerebro es lo que produce la euforia intensa o «rush», que muchos consumidores sienten después de inhalar, fumar o inyectarse la droga.
El abuso crónico de la metanfetamina cambia de forma significativa el funcionamiento del cerebro. Los estudios no invasivos de neuroimágenes del cerebro humano han mostrado alteraciones en la actividad del sistema dopaminérgico que están asociadas con una disminución en el rendimiento motor y un deterioro en el aprendizaje verbal. Asimismo, estudios recientes en personas que han abusado de metanfetamina por periodos prolongados también revelan cambios graves de estructura y función en las áreas del cerebro asociadas con las emociones y con la memoria. Esto podría explicar muchos de los problemas emocionales y cognitivos que se observan en los abusadores crónicos de metanfetamina.
El abuso repetido de la metanfetamina también puede llevar a la adicción, una enfermedad crónica con recaídas caracterizada por la búsqueda y el consumo compulsivo de la droga, que viene acompañada por cambios químicos y moleculares en el cerebro. Algunos de estos cambios perduran mucho tiempo después del cese del consumo de metanfetamina. Sin embargo, se ha observado que algunos cambios se revierten después de periodos sostenidos de abstinencia (por ejemplo, más de 1 año).
El consumo de metanfetamina, incluso en pequeñas cantidades, puede resultar en muchos de los mismos efectos físicos de otros estimulantes como la cocaína o la anfetamina, incluyendo una prolongación del estado de vigilia, mayor actividad física, disminución del apetito, aumento de la frecuencia respiratoria, aceleración de la frecuencia cardiaca, irregularidad del latido del corazón, aumento en la presión arterial e hipertermia. El abuso a largo plazo de la metanfetamina tiene muchas consecuencias negativas, entre ellas, una pérdida extrema de peso, problemas dentales graves (boca de metanfetamina o «meth mouth»), ansiedad, confusión, insomnio, perturbaciones en el estado de ánimo y comportamiento violento. Las personas con historial de abuso prolongado de metanfetamina también demuestran varias características psicóticas, como paranoia, alucinaciones visuales y auditivas y delirio (por ejemplo, la sensación de tener insectos que caminan debajo de la piel). Otras consecuencias que pueden resultar del abuso de la metanfetamina incluyen la transmisión del VIH y de la hepatitis B y C. Los efectos intoxicantes de la metanfetamina por cualquier vía de administración pueden alterar el juicio y la inhibición y hacer que los usuarios practiquen actividades peligrosas, por ejemplo, comportamientos sexuales de riesgo. Los toxicómanos que se inyectan la droga pueden transmitir el VIH y otras enfermedades infecciosas a través de agujas o jeringuillas contaminadas u otros equipos utilizados para inyectar la droga, cuando éstos se comparten entre varias personas. El abuso de la metanfetamina también puede empeorar la evolución del VIH y sus consecuencias. Los estudios indican que el VIH causa mayor daño neuronal y cognitivo en las personas VIH+ que tienen historial de abuso prolongado de metanfetamina en comparación con las personas VIH+ que no usan la droga.
Actualmente, la mayoría de los tratamientos eficaces para la adicción a la metanfetamina son intervenciones integrales cognitivo-conductuales. Por ejemplo, un tratamiento que ha logrado reducir el abuso de metanfetamina es un enfoque integral de tratamiento conductual que combina terapia conductual, educación familiar, consejería individual, grupo de apoyo, pruebas de detección para el consumo de drogas y fomento de actividades no relacionadas a las drogas. Asimismo, las intervenciones de manejo de contingencias han demostrado ser eficaces ya que proporcionan incentivos tangibles a cambio de tomar parte en el tratamiento y mantenerse abstemio. Actualmente, no hay medicamentos aprobados para el tratamiento de la adicción a la metanfetamina; sin embargo, ésta es un área de investigación activa para el NIDA.
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Opciones terapéuticas para la adicción al Éxtasis y Metanfetamina
Equipo Terapéutico
Equipo multidisciplinar especialista en adicciones constituido por Psiquiatras, Médicos, Psicólogos, Enfermeras, Terapeutas, Trabajadores y Educadores Sociales y Monitores.